Para muchas personas, el estilo de vida actual es tan vertiginoso que nos exige rendir al máximo en todos sus ámbitos: en el trabajo, en la casa, con la familia, con los amigos y - si queda algo de tiempo - en algún pasatiempo que sea de nuestro agrado.
Tanta exigencia nos obliga a vivir apurados, “corriendo” de un lado para otro y, en muchos casos, con el tiempo justo para ir cumpliendo a diario con cada uno de nuestros compromisos. Pero, ¿qué ocurre cuando pasa a ser un estilo de vida y se normaliza este ritmo tan frenético? En algún punto el cuerpo lo resiente y empiezan las complicaciones.
Cuando vivimos agobiados las repercusiones en el cuerpo no se dejan esperar y nuestro organismo nos entrega señales en distintos niveles. Una de las más comunes es la sensación de estrés, un estado que genera una alerta permanente tanto física, como mental y emocional, repercutiendo directamente en la alimentación.
Vivir en estrés crónico puede cambiar nuestra conducta alimentaria generando una sobre ingesta o bien todo lo contrario, con sus consecuentes alteraciones nutricionales.
El efecto del estrés
La forma en que se percibe el estrés es distinta para cada persona, y las herramientas para manejarlo también, sin embargo, suele ser una conducta habitual, buscar el placer de comer como un alivio momentáneo.
La acumulación de tensión crónica hace que nuestro organismo entre en un proceso de inflamación continua que involucra prácticamente a todos nuestros órganos y que se asocia a una actividad excesiva del sistema nervioso Los altos niveles de hormonas como el cortisol y la adrenalina, propician acumulación de grasa y por ende enfermedades crónicas como la obesidad, hipertensión y diabetes.
Por otra parte, este fenómeno inflamatorio genera cambios a nivel cerebral que aumentan la probabilidad de desarrollar hábitos alimenticios poco saludables. Entre ellos, comer de manera compulsiva alimentos con alto contenido de grasas, azúcares y caloría. El consumo de estos alimentos genera placer por la liberación de dopamina, sin embargo, se debe comer cada vez en mayor cantidad para desencadenar la misma respuesta (tolerancia y dependencia química).
La consigna es: detectar y evitar
Ahora que sabemos en términos generales cuáles son las causas y los efectos del estrés en el marco de nuestra alimentación, estaremos más preparados para detectarlo. Sin embargo, una vez que este fenómeno se haya desatado, es fundamental trabajar para frenar sus efectos y, en el mejor de los casos, revertir la situación de estrés, en conjunto con todas sus causas.
Para eso, te queremos contar un conjunto de buenas prácticas que puedes llevar a cabo, como por ejemplo:
Una situación de estrés es compleja, por lo tanto debe tener el cuidado que amerita. Si bien nos referimos solo a lo que se relaciona con la alimentación, también tiene otros múltiples efectos. Para tratarlos de manera adecuada, siempre será recomendable consultar con especialistas.